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Iba Por El Último Cigarrillo Antes De Suicidarse, Pero Sintió Sollozos Desde Los Arbustos…

Las heridas de guerra nunca se van de la vida de un soldado. Los soldados que logran sobrevivir a un conflicto bélico y volver a casa junto a sus seres queridos quedan marcados de por vida y  el sonido de las armas no desaparece nunca de la memoria. Es la historia de  Josh Marino, un sargento del ejército estadounidense quien regresó a la rutina de la ciudad inmerso en una angustia que nunca antes había sentido. Los médicos le diagnosticaron “estrés post traumático” y entregaron indicaciones para tratar el problema y lograr salir de él lo antes posible. Sin embargo, Josh no tenía fe en que pudiera retomar la vida que llevaba antes de tomar ese avión al campo de batalla en Iraq. Es por eso que cayó en depresión y pasó meses sumergido en una oscuridad insoportable.

La solución podía ser un tratamiento especializado, doctores, psicólogos, medicamentos, etc. Para Josh, la salida al sufrimiento era sólo una: el suicidio. Entonces, sentado frente a su computador, escribió una carta de despedida y la dejó sobre el mesón. Decidido, tomó una de sus navajas y salió al patio para fumar un último cigarrillo antes de quitarse la vida. Parecía que no había vuelta atrás. Fue ahí cuando sintió débiles sollozos venir desde los arbustos en la calle de Fort Riley, Kansas.

El sonido fue leve, pero Josh lo escuchó lo suficientemente fuerte como para poder desviar la atención de la angustia y el sufrimiento. Se aproximó hacia los matorrales y entonces lo vio aparecer: un pequeño gato que de inmediato se pegó a su pie y continuó llorando, como rogándole que lo adoptara.

“Caminó hacia mí y comenzó a frotarse contra mi pierna, pidiéndome que lo adoptara. Me largué a llorar desconsolado”, señaló el veterano en su cortometraje Josh & Scout, un Rescate Mutuo. “Tal vez el gato supo que había algo que yo no era capaz de soportar”

Entonces, tras olvidar la tristeza y el dolor de su alma, Josh tomó al gato, lo nombró Scout y ambos regresaron a casa. De ahí en adelante todo sería muy diferente.

“Dejé de pensar en mis problemas y comencé a pensar en los suyos. En qué podía hacer para disminuirlos”, explicó refiriéndose al pequeño gato que lloraba abandonado en los arbustos.

Todo lo que pasó después de aquel afortunado encuentro significó un cambio radical para Josh. Según sus propias palabras, fue Scout quien lo hizo quererse más a sí mismo. Comenzó a comer mejor, a ejercitarse  e incluso dejó de fumar.

En menos tiempo del que hubiera imaginado, se casó con su novia, Becky, obtuvo un título en rehabilitación clínica y en salud mental, para luego conseguir un trabajo en el Departamento de Veteranos Veteranos. Finalmente, la herida de guerra de Josh pudo cicatrizar apropiadamente. Él rehizo su vida y es hoy un hombre pleno y feliz.

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